La Bioenergética encuentra sus orígenes en la vegetoterapia de Wilheim Reich, y en el psicoanálisis, ya que éste fue discípulo de Freud. Reich, alrededor de 1930, comenzó a incorporar el cuerpo como instrumento terapéutico en el proceso psicoanalítico, ya que se dio cuenta que hablar de los conflictos era insuficiente para resolverlos. Posteriormente, en la década de los 50, Alexander Lowen, discípulo y paciente de Reich, quiso ir más allá en su terapia e inició un proceso de trabajo personal que lo llevó, junto con John Pierrakos, a desarrollar lo que hoy conocemos como Análisis Bioenergético.
Nuestro cuerpo produce una energía que descarga a través del movimiento y la expresión, sin embargo, esta energía queda a veces estancada, reduciendo la capacidad de expresión y el grado de bienestar.
La terapia bioenergética es una psicoterapia integral, ya que concibe el plano físico y psicológico como una unidad. Para ello, se centra en resolver los conflictos internos a través del cuerpo. Manejando determinados trabajos corporales, conseguimos que la energía estancada fluya y puedan resolverse dichos bloqueos para conseguir un mayor bienestar físico y psicológico.
La Terapia Bioenergética, parte de la base de que nuestra historia de vida queda grabada en nuestro organismo. Desde que nacemos, nuestro cuerpo va registrando aquellas experiencias vividas tanto placenteras como displacenteras, y se van fijando como una huella. Ésta huella, afecta en nuestro carácter (“Patrón fijo de conducta”) y forma de ser, ya que va produciendo tensiones y bloqueos crónicos en nuestra musculatura, reduciendo así la energía y vitalidad, como resultado de conflictos emocionales sin resolver. Además, nuestro cuerpo necesita ser capaz de expresarse y de sentirse libre.
Para Lowen,
“la disminución de la respiración reduce la entrada de oxígeno y la producción de energía a través del metabolismo. El resultado final es la pérdida de afecto y el debilitamiento del tono emocional “(Lowen,1958)
“La Bioenergética es la aventura del descubrimiento de sí mismo”(Lowen, 1.975).
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